Capítulo 1.


Cuando Eva abrió los ojos dentro de la cápsula de conexión supo que podía darse por muerta. Lo primero que saltó a su mente fue una cifra estadística: 2,6% de las personas que hacían su primera conexión a ciudad Onirox no lograban sobrevivir, estar consciente le gritaba que ella hacía parte de esa mortal cifra.
Por instinto trató de moverse, de gritar, de hacer algo, pero ninguno de sus músculos respondió, parecía como si estuviera atada a mil cuerdas invisibles. En ese momento se dio cuenta de que el oxígeno dentro del líquido respirable se consumía con rapidez. Maldijo en su mente. Se suponía que no tendría que estar despierta, debería encontrarse dormida rumbo a su primer viaje a ciudad Onirox. Pero  al parecer el destino tenía otros planes.
En vez de sentir el pánico de la muerte cercana, Eva se llenó de una extraña curiosidad; el agua dentro de la capsula parecía proyectar un leve resplandor rojizo que se movía de forma juguetona, un revoltijo de pequeñas bolitas de luces que estallaban y volvían a nacer como en una danza de fuegos pirotécnicos. Ese juego de la luz en el agua le recordó a Eva la primera vez que había visto el mar en pleno atardecer; los rayos del sol derritiéndose sobre el infinito.
En su recuerdo se vio parada frente a las olas del océano, escuchando el aliento de las aguas agitadas, contemplando el cielo naranja, tomada de la mano de sus padres. Era uno de los pocos momentos que guardaba en su mente  donde  su  pequeña familia todavía estaba completa. Su madre aún vivía, su hermana gemela todavía no había muerto y ella no odiaba a su padre. Ese pensamiento hizo que el resplandor dentro de la capsula perdiera interés,  y todo  se sustituyera por el deseo de haberle dicho algo a su padre antes de hacer la conexión.
Había tenido una oportunidad de hablar con él en la primera fase de la ceremonia Fénix, pero en el momento de despedirse solo se había dejado abrazar por él, sin atreverse a dirigirle la palabra. Y su padre, cobarde como siempre, tampoco fue capaz de decirle nada.
Para la mayoría la ceremonia Fénix era el momento perfecto para las reconciliaciones familiares, declaraciones de amor, afianzar amistades o para cualquier acto sentimental que diera lugar. No era para menos, aquella ceremonia era el único motivo por el que vivían las personas antes de cumplir los 17 años.
En realidad la ceremonia Fénix no tenía importancia, lo que todos esperaban era la segunda fase de esta, la etapa de conexión a ciudad Onirox. Como la conexión era imposible de llevarse a cabo hasta el día exacto del cumple años número 17, la vida de todos en el planeta se dividía en dos: antes y después de ese cumpleaños. Era como si después de la conexión las personas empezaran a vivir de verdad.
Así que las otras dos etapas de la ceremonia Fénix solo se trataban de actos para compartir con los seres queridos. La fiesta previa a la conexión, por lo general solo se trataba de una pequeña reunión con los seres más cercanos. Si la conexión era exitosa se llevaba a cabo el gran festín.
Si Eva tuviera la oportunidad de sobrevivir, el gran festín sería otra ocasión para intentar quebrantar la barrera que la separaba de su padre. Pero eso era otra cosa, la primera oportunidad ya había pasado y ella estaba condenada.
En la ceremonia previa, que se había llevado a cabo en la mansión de su padre, no habían acudido más de 20 invitados, todos familiares cercanos. A la gran fiesta estaban invitadas alrededor de 80 personas, muchas más de las que Eva hubiera querido. Si fuera por ella haría la conexión en completo silencio, sin testigos, sin manifestaciones de amor, sin perdonar y sin pedirle perdón a nadie.
Igual a la única persona que tenía algo que decirle era a su padre,  pero  no hubiera encontrado las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos hacia él. Por qué... ¿Qué le hubiera dicho? ¿Qué lo detestaba por ser un maldito cobarde que había permitido que su familia se acabara? Por supuesto que no podía decirle eso, entre otras cosas porque era lo más injusto que podía hacer. Él no tenía la culpa de que las mujeres solo vivieran hasta los 35 años, mientras los hombres llegaran a 45. De eso era culpable el Profeta.
Su padre tampoco era responsable de la muerte de su hermana gemela, ella había muerto en un accidente de tránsito. Solo que la muerte de su madre y la de su hermana habían ocurrido tan cercanas, que una Eva de apenas 10 años no  había tenido tiempo de asimilar nada. Así que toda su frustración recayó sobre la persona que tenía más cerca. En ese tiempo también fue que comenzó su obsesión con el proyecto Resurrección de Dios.
Eva dejó de pensar en las palabras que no le había dicho a su padre, igual ya nada de eso tenía importancia. Volvió a intentar mover su cuerpo, pero no obtuvo respuesta.
Se dio cuenta que no sentía ningún tipo de ansiedad por la muerte, como si morir fuera un acto rutinario, sin ningún tipo de valor. De nuevo llegó a su mente aquella fría cifra: el 2,6% de las personas que hacían su primera conexión morían.
2,6%. Ese dato se había sostenido por más de 50 años, o por lo menos desde ese tiempo se había descubierto aquella cifra. Quizás tuviera más años, quizás había sido así desde siempre. Sin importar cuantas investigaciones se habían hecho al respecto, ninguno de los laboratorios había logrado reducir ese número a cero. Así que todos en el planeta se habían acostumbrado a asumir el riesgo, igual, no había más  opciones si se quería entrar en ciudad Onirox.
Eva había escuchado decenas de teorías que explicaban por qué se presentaba ese porcentaje de muertes en la primera conexión, pero nunca había oído  hablar de que  la causa fuera que las personas se despertaban en medio de la conexión y consumían todo el oxígeno. No había oído hablar de eso ya que esa teoría no tenía sentido.
Primero, porque una vez que las personas entraban en la capsula de conexión, eran inyectadas con un suero que los hacía entrar en un sueño profundo, que permitía que todo el proceso de conexión se llevara con total tranquilidad. Y segundo porque el líquido con que se llenaba la capsula contenía cristales de oxigeno respirable que podían durar hasta 48 horas, 24 más de las necesarias.
Se suponía que tanto el suero como el líquido eran 100% confiables. Aunque el hecho de que ella se hubiera despertado y fuera consciente de la pérdida de oxígeno, le decía que esa confiabilidad no era del 100% después de todo. De nuevo la certeza de la muerte se hizo presente ¡Ella iba a morir en ese lugar!
Esta vez sus sentidos se despertaron un poco... ¡Morir!... Ese pensamiento se repitió en su cabeza, y el eco de esa verdad hizo que su corazón empezara a latir con más rapidez, logrando que su respirar se hiciera pesado.
La presión que ejercía el agua sobre su cuerpo se tornó un tanto más liviana, lo que le confirmó que el oxígeno se escapaba con más prisa de lo que ella pensó en un principio. Algo, como una oleada de calor se apoderó de su pecho, al mismo tiempo que una presión dolorosa se instaló en su estómago. La realidad se abría antes sus ojos… de verdad ¡Ella iba a morir en ese lugar!
No…Ella no iba a morir allí…
No…Ella no podía morir allí…
No…Ella no quería morir allí…
Aunque morir no era el problema. Lo cruel era hacerlo sin antes ver la Resurrección de Dios, y no cumplir la promesa que había hecho en las tumbas de su madre y de su hermana.
Desde el momento de quedar sola Eva había invertido la mayoría de su tiempo en ser parte del proyecto de Resurrección. En los semilleros de Resurrección, previos a la conexión había estudiado una y mil veces cada una de las grandes técnicas de las energías.
Su obsesión era tan grande y sus resultados en los simulacros de batalla tan contundentes, que la mayoría de sus maestros no hacían otra cosa que admirarse de  su singular talento, era casi perfecta para la lucha. Muchos incluso se atrevían a decir que seguro ella sería una participante en el día de la Resurrección.
No podía perder todo eso solo porque una estúpida capsula la quería poner en la estadística de las personas que no lograban la primera conexión. Como fuera no podían morir allí. Además ella era una de las pocas mujeres que parecía importarle la Resurrección.
Era ilógico, aunque los hombres vivían 10 años más que las mujeres, eran ellos los que invertían más energía para obtener la Resurrección de Dios, la cual volvería  el ciclo de la vida a su cauce normal. Así que ella tenía que salir con vida de esa capsula y con sus propias manos lograr aquello que no habían conseguido  millones de hombres.
Intentó relajarse, pero su cuerpo seguía acelerado a su máximo extremo, sin control. Sentía una especie de cosquilleo por todo el cuerpo, eso significaba que la conexión se estaba llevando a cabo de forma normal; miles de diminutos metales se estaban adhiriendo a su columna, a sus huesos y a su aparato circulatorio. Pero eso no serviría de nada si moría allí ¿Qué podía hacer para dejar de perder el oxígeno vital?
Otra vez intentó moverse y aunque su cuerpo respondió un poco, seguía casi paralizado. Se convenció de que por más que lo intentara sus extremidades no iban a responder, además no estaba segura de poder abrir la capsula desde adentro. Tal vez si daba algunos golpes alguien afuera la escuchara, aunque tampoco podía  contar  con lograr eso. Había decenas de capsulas junto a la de ella y el ruido que hiciera quizás nadie lo escucharía.
¿De verdad todo iba a terminar de esa forma? ¿Tantos años de prepararse para ser parte de la Resurrección acabarían en nada? ¿Acaso era posible que ella nunca conociera ciudad Onirox?
Su cuerpo despierto consumía todo el aire vital del agua y ella… Un momento, Eso era, su cuerpo estaba despierto. Todo lo que le estaba sucediendo era porque el suero para dormir no había funcionado en ella. Por supuesto, ¿Cómo no lo había pensado antes? Lo único que tenía que hacer era volver a dormir y así no consumir más su oxígeno.
Ya tenía un plan. No le garantizaba nada, pero era un plan a fin de cuentas. Solo tenía que llevar su mente consciente a la parte más profunda del sueño y así reducir  la actividad de todo su cuerpo. Eso quizás fuera suficiente para vivir.
Se alegró de haber invertido tanto tiempo estudiando en los semilleros teóricos de la Resurrección, ya que una de las primeras cosas que allí se aprendía era la técnica del sueño guiado. Esta técnica consistía en entrar al sueño sin perder la consciencia, de esta forma se podía estar despierto dentro de los propios sueños, y así poder practicar en los simulacros de batallas compartidas.
En ese momento Eva no necesitaba entrar a un simulacro de sus sueños, solo tenía que guiar su mente hasta la parte más profunda y así quedar dormida. Trató de recordar los pasos del sueño guiado.
Ya habían pasado más de tres años desde la última vez que había implementado uno de estos, sin la ayuda de ondas guiadoras de sueños. Lo primero que tenía que hacer era crear un ancla que le ayudara a concentrar la mitad de su atención en un punto y la otra mitad en no olvidar que pronto entraría en un sueño.
Tres años atrás su ancla había sido un chico con el que había compartido la mayoría de cursos en el colegio, Johan. En ese tiempo sentía mucha atracción por aquel chico de una forma extraña. En su rutina normal, aunque el chico le parecía hermoso, no lo veía como algo muy especial. Pero en los momentos previos a quedar dormida sentía que lo amaba de una forma profunda,  desgarradora,  como si ese amor tan intenso no perteneciera a ella, sino a una persona más sentimental.
La otra cosa que también podía explicar su atracción por el chico era que compartían una historia en común; a él también se le había muerto su hermano gemelo. Así pues mientras la mayoría de personas de su entorno tenían un gemelo con quien compartir, ella y él eran hijos únicos, solos, sin una contra parte en la cual apoyarse.
En ese tiempo concentrarse en aquel chico y llegar a un sueño guiado era muy fácil. Solo tenía que imaginar que se acercaba a él y lo convencía de ser parte de la Resurrección, para juntos restaurar el equilibrio del mundo, así nacía un gran amor que duraría hasta el punto en que sus pieles se volverían arrugadas y sus cabellos canosos, como le pasaba a las personas de las eras pasadas, antes de la extinción de Dios. Con ese pensamiento podía entrar hasta la parte más profunda de su mente.
Por algún periodo, en los momentos que estaba al borde del sueño, Eva planeaba trasladar sus deseos a la realidad, y de algún modo acercarse a él. Solo que cuando estaba despierta Johan no se le antojaba tan atractivo como en sus recuerdos.
Además el chico pronto se había vuelto en uno de los más populares del colegio y, a ella no le llamaba mucho la atención mezclar su vida con el numeroso círculo de personas que giraban en torno a él. Con el tiempo y con su obsesión por la Resurrección, terminó viéndolo solo como un capricho tonto, apenas útil como llave para entrar en el simulacro de batallas.
En la capsula, Eva intentó recordar la última vez que lo había visto. De eso había pasado más de tres meses. El colegio duraba hasta que cada persona cumplía  17 años. Johan estaba a una semana de llegar a esa edad, así que era inminente que no lo volvería ver. Quizás por eso de nuevo había vuelto su deseo infantil hacia él, que como siempre, se intensificaba en el periodo antes de quedar dormida.
Lo mejor hubiera sido no haberse acercado demasiado. Ya que el chico se había vuelto un imán para las mujeres, más todavía por el hecho de que se acercaba su conexión y el riesgo de muerte de 2,6% se cernía sobre él, haciéndolo más atractivo. Así que sus amantes se habían multiplicado a un número exagerado.
Esa última vez que Eva lo vio estaban en una clase donde se hablaba sobre la tercera era. Aunque ella tenía interés por la era de la invención de las armas de fuego, la tv y el internet simple; en esa ocasión el deseo que sentía en las noches no se había esfumado del todo, así que Eva no se sentó en la parte de adelante de la clase, como solía hacerlo para estar al tanto de todo, sino en un rincón cerca del chico.
Mientras se concentraba a medias en lo que decía el profesor, Eva detectó un siseo a su espalda. Agudizó el oído para darse cuenta, con algo de horror, de lo que estaba pasando; una de las gemelas Castro le pedía a Johan un beso de despedida.
No era posible. Las gemelas Castro eran una de las mujeres más hermosas del curso, entre otras cosas porque tenían unos grandes ojos turquesa que fascinaban a todos, igual Eva se volteó con la tonta esperanza de ver como el chico la rechazaba. Pero lo que vio fue como él se fundía en un apasionado beso con esa chica. Esa fue la última vez que lo había visto.
Allí, en la capsula de conexión, Eva fue dueña de la envidia que tenía reprimida en su pecho desde entonces. Deseó no ser ella misma, sino más bien una de las gemelas Castro, así tener esos ojos turquesa que le dieran el valor de llegar hasta los límites de los labios de aquel chico y perderse enredada en la saliva de la boca amada.
Se imaginó respirando el mismo aliento de Johan, se vio a ella misma temblar por la pasión que recorría por sus venas. Sintió un agradable cosquilleo en el estómago que luego se extendió por todo su cuerpo, uniéndose con los metales de la conexión que se adherían a sus órganos. El placer se hizo casi infinito. Poco a poco la escena del beso imaginario se fue haciendo confusa, pequeña, oscura; hasta arrastrar a Eva a un profundo sueño.


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