Capítulo Uno
Odio casi todos los
rituales de mi familia. Pero sin duda alguna el que más odio es el ritual del
primer amor. Empezando por ese ridículo nombre: «ritual del primer amor». No
entiendo por qué a nadie se le ha ocurrido
llamarlo de otra manera si se practica desde hace más de mil quinientos
años, parece que las familias de brujos nos aferramos a todas las tradiciones
sin cuestionar nada.
Si allí terminara lo
patético del ritual no habría problemas, pero para llevarlo a cabo lo primero
que tengo que hacer es buscar una pareja. En mi caso un hombre que sea virgen,
para lograr despertar en él un amor genuino y que él consiga que mi corazón se
enamore, como si yo fuera una princesita de cuentos de hadas.
Por eso estoy aquí en
este salón de clase del primer día de psicología.
Según las estadísticas
de mamá el 60% de los estudiantes hombres de esta profesión llegan vírgenes al
primer semestre, de esta forma tengo más opciones de cumplir con mi misión. Por
eso mismo me he sentado en este rincón del salón, desde donde puedo ver todos
los candidatos y escoger el mejor partido.
Debo decir que lo
único que no es ridículo del ritual es la parte final: En el instante que ambos
estemos perdiendo la virginidad en un acto de amor, sexo le llaman, tendré que
atravesar el corazón de mi futuro amado con una daga.
Solo así podré ser
heredera del Cetro del Clan.
A mí no me importa
mucho el Cetro, a mamá sí. Ella dice que en estos instantes todos los Clanes
están pasando por un momento crucial y la única forma de mantenernos unidos y
no dar lugar a los conflictos que se avecinan, es continuar con un manejo
similar al que ella ejerce. Y si yo, que
soy su única heredera, no ejecuto el ritual antes del 26 de mayo, día de mi
cumpleaños número 18, el Cetro pasará a otra familia dentro del clan, que
quizás no piense como ella.
En fin, En el salón
hay 11 hombres y 16 mujeres. De alguna forma me molesta la tonta ingenuidad que
se puede ver en la sonrisa de todos ellos. Un idiota en el otro rincón ha hecho
un par de comentarios sin sentido y todos han soltado grandes carcajadas.
Yo nunca he matado a
ninguna persona, pero si se siguen comportando así seguro no será tan difícil
hacerlo como mamá dice que es. Lo complejo será enamorarme de alguno de estos
11 «caballeros».
Por obvias razones no
son los únicos hombres disponibles en la tierra, solo que es más fácil
enamorarse de forma natural de una persona con la que compartes mucho tiempo,
eso también lo dice mamá.
El maestro, que aunque
hermoso no es compatible con mi propósito (por lo de la virginidad), ha
propuesto que cada uno pase al frente, diga su nombre y alguna cosa que le
guste.
Eso ha sido suficiente
para descartar a cinco perdedores sin
pensarlo mucho. El idiota del rincón fue el primero en irse de mi lista, le
siguió un pelirrojo que dijo que le gustaba el valet, otro tipo con gafas que a
duras penas pudo pronunciar su nombre porque se moría de vergüenza, un niñito
de 16 años que pretendía dárselas de genio, y un jipi de 20 con el pelo largo
que dijo amar la poesía y la paz y el amor y las jipadas.
Sé que tengo que
elegir con sumo cuidado. Ya que muchos de los problemas que tiene mamá en su
mandato creo que son por su escogencia. Para su ritual del primer amor ella se
enamoró de un chico de raza negra. Por desgracia quedó embarazada y se resistió
a abortar. De allí que yo sea la única bruja negra que pueda aspirar al Cetro
de la familia y eso debe tener molesto a más de uno. Porque como ya dije al
principio, las familias de brujos nos aferramos a todas las tradiciones, y no
es muy tradicional que una negra sea la portadora del Cetro. Por mí que se
revuelque en la envidia todo aquel que no le guste ese hecho.
Aunque, que yo sepa,
en las 13 familias de brujos que hay en el país nunca ha existido un líder no
tradicional y eso que en este país han existido las familias de brujos desde el
período de la conquista española, hace más de 500 años. No sobra decir que las
13 familias somos dueñas de la mayoría de las grandes empresas de la nación, de
los puestos gubernamentales y de los medios de comunicación importantes; así
que tener el Cetro no es poca cosa, aunque a mí no me apetezca tanto.
Mamá me contó que se
enamoró casi en el primer instante que vio a papá. Él también quedó fascinado
con ella de inmediato, como en las telenovelas, y eso que para que surja el
amor genuino no se puede usar la brujería.
Yo no soy como mamá.
De los restantes 6 hombres que aún no he descartado de mi lista ninguno está
por encima del resto. Todos me parecen igual de competentes: un rubio de
hermosos ojos claros que por su porte físico y por la forma en que habla asumo
que hace parte del 40% que no es virgen. Un aspirante a roquero con un tatuaje
de una serpiente en gran parte del brazo. Un tipo sin características
especiales de pelo negro que tiene algo en el tono de hablar que me trasmite
confianza. Otro rubio que sobresale por su gran altura. Un tipo de pelo castaño
y anteojos con una camisa estampada que dice: I love N.Y, hubiera descartado
este último si no fuera porque tiene un trasero hermoso (sí a las mujeres
también nos gustan los buenos traseros). El último de la lista es un extranjero
de argentina de rostro tierno que tiene como hobby el cine, espero que no sea
gay. En cuanto a las mujeres no le he
prestado mucha atención a ninguna. En el momento que cumpla mi propósito no
quiero tener lazos afectivos con nadie.
Por estar en el rincón
soy la última en salir. Me levanto y camino hasta el frente de la clase.
Mientras lo hago pienso en las recomendaciones para ser más sociable, que mamá
me ha repetido toda la vida, y más estas dos últimas semanas cuando me habló
sobre el ritual.
Dejando a un lado la
apariencia física, a la cual le dediqué toda la mañana para estar lo mejor
posible, una de las principales sugerencias era la de lucir una autentica
sonrisa el mayor tiempo posible. Creo que no he sonreído ni una sola vez y
tampoco lo hago mientras me paro al frente.
— Hola, Soy Elly Vega y me gustan los gatos— digo.
— ¿Gatos? ¿Elly? ¿Cómo la bruja de Blair?—
pregunta el idiota del rincón y todos ríen, aunque nadie sepa que mi nombre si
es inspirado Elly kedward del antiguo pueblo de Blair. No me molesto en responder,
camino de nuevo hasta mi puesto y ya he tomado una decisión: Cuando termine de
ejecutar el ritual del primer amor, mi segundo sacrificio humano será ese
idiota del rincón.
Para continuar con la
primera clase de integración el profesor nos habla de una especie de reto. En
grupos de cuatro personas, tendremos que buscar unas pistas que están
esparcidas por todo el campus universitario. Contando con la ayuda de un mapa y
una lista de descripciones tendremos que seguir las dichosas pistas. El primer grupo
que complete todo el recorrido y llegue al salón ganará un regalo sorpresa.
Aunque no me parece
divertido ese tipo de juegos, me anima el hecho de poder interactuar con los
candidatos a ser mi primer amor. Y más todavía que el azar ha querido que me toque en el mismo grupo con el rubio
de hermosos ojos. Así que no se diga más y manos a la obra.
Capítulo
Dos
Supongo que asistir al
primer día de la universidad representa un evento emocionante para la mayoría
de personas, para mí también lo es, solo que a diferencia del resto tengo una
presión extra aparte de querer ganar los cursos y hacer nuevos amigos. Resulta
que el 30 de mayo cumpliré 18 años y antes de esa fecha tengo que tener todo
listo para la ceremonia del primer amor. Mi padre es líder de uno de los 13
Clanes de brujos que hay en el país y confía que yo tenga la capacidad de
heredar el Cetro familiar.
Mi hermana mayor ha
fallado en ese propósito. Si yo fracaso el Cetro aún puede quedar en manos de
mi hermana pequeña, pero como soy el hombre de la casa no quiero dejar esa
carga sobre la espalda de mi hermanita. Así que cuando esta mañana salí de casa
rumbo a la universidad me puse lo mejor del armario, me rocié con mi mejor
perfume y me eché la bendición como hacen los católicos para la buena suerte,
aunque sé que eso no da ninguna suerte si molesta a papá, y a veces hago cosas
que lo irritan.
El campus
universitario es una locura, hay mujeres lindas por todos lados. Desde el
parqueadero hasta el salón de clases conté al menos 12 candidatas para el
sacrificio. Ahora pienso que esa ceremonia es un desperdicio total ¿A qué brujo
loco se le ocurrió pensar que para heredar un Cetro se tenía que sacrificar a
la persona más hermosa dentro de las hermosas?
Cuando hace dos
semanas mi padre me hablo del ritual, estaba seguro que realizarlo sería una
tarea simple. Buscar la mujer más hermosa de todas y seducirla con mis dotes de
galán, sonaba fácil. Pero desde hace tres días he dejado de tomar la pócima que
me impedía enamorarme y, a partir de entonces las mujeres hermosas salen hasta
en la sopa.
Es una completa locura
escoger solo una y rechazar el resto. Así que para hacer más fácil la búsqueda
estoy siguiendo el consejo de mamá, que dice que debo concentrarme en las
mujeres del salón de clase. Primero porque según ella el 63,7% de las mujeres
que entran en psicología son vírgenes y segundo porque el amor genuino se
presenta de una forma espontánea cuando convives con una persona el tiempo
suficiente.
Antes de que mi cabeza
se enloquezca por tanta belleza flotando en el aire entro al salón de mi
primera clase, que se llama introducción a la vida universitaria. Para
monitorear mejor el panorama me siento en uno de los rincones del salón.
A mi lado se ha
sentado la pelirroja más hermosa que he visto en toda mi vida. Su cabellera
larga y liza parece en sincronía con las pequeñas corrientes de viento que
entran por la ventana, las pecas la hacen adorable, los ojos castaño claro
prenden las alarmas de mi corazón y sus labios pintados de un rojo opaco logran
que me emocione con conseguir mi objetivo más rápido de lo pensado. Tiene una
camisa azul y un pantalón negro que le da un toque casual. No me importa que
esté distraída en la pantalla de su teléfono celular, pero decido que tengo que
hablarle.
— Hola— le digo—.
Cuando yo estoy nervioso también intento relajarme mirando el celular.
— No estoy nerviosa—
dice alzando la vista y sus ojos castaño tienen un hermoso brillo—
¿Psicología?— me pregunta.
— No, me llamo Frank—
le respondo.
La hermosa pelirroja
suelta una pequeña sonrisa.
— Lo que te pregunté
es si estás aquí para el programa de psicología.
— Entendí la pregunta—
le digo—. Por eso te respondo que me llamo Frank y mi celular es el
300-7350545.
— Soy Jessica— dice la
pelirroja sin dejar de mostrarme sus hermosos dientes—. Y mi teléfono es…— se
detiene y me dice que no moviendo el dedo índice.
— No te preocupes— le
digo—. Tarde o temprano lo averiguaré.
— ¿Por qué estás tan
seguro?— me pregunta escondiendo la sonrisa en un acto de sensualidad.
— Tengo un amigo
hacker…— le estoy respondiendo cuando desde el frente del salón un hombre de
pie le pide a la clase que haga silencio.
No sé en qué momento
el salón se ha llenado de personas y el hombre que está en frente ha escrito un
nombre en el tablero: Carlos David Zabala.
— Buenos días a todos—
dice—. Me alegra tenerlos en este lugar. Yo soy Carlos David Zabala. Me pueden
llamar Carlos o David o Zabala o profesor. Estamos en este salón de clase para…
— Estudiar como locos y perder la virginidad—
Lo interrumpo sin poder evitarlo.
Todo el salón entona
una carcajada al unísono. El profesor también sonríe sin perder la compostura.
— Señores y señoritas—
dice—. Pueden darle pausa un momento a las hormonas. Por lo menos hasta que
termine de explicar el cronograma de hoy, después ya verán si pierden la
virginidad y todo lo que deseen.
Después de unos
momentos el salón vuelve a la calma y el profesor que debe tener unos 28 años,
nos explica que antes que nada lo mejor es que cada uno pase al frente, diga su
nombre y algo que le apasione. Mira hacia donde yo me encuentro y me dice que
como parezco ansioso por hablar abriré las presentaciones.
Así que sin hacerme
rogar camino hasta el frente y en el primer vistazo puedo ver que hay más
mujeres que hombres. Cosa que me alegra. Para mayor regocijo me doy cuenta que
la mayoría son hermosas. Así que Jessica la pelirroja tiene una dura
competencia, si es que quiere convertirse en mi primer amor.
— Hola a todos, Me
llamo Frank— digo mi nombre sin molestarme en revelar mis apellidos porque
nadie recuerda ese tipo de cosas. De hecho menos de una cuarta parte recordará
mi nombre— Me gusta bailar, la buena cocina, los libros y por supuesto me gusta
el tralaralalá.
De nuevo la oleada de
sonrisas, ya que todos saben a qué me refiero cuando digo tralaralalá. Solo una
persona no ríe, en el rincón opuesto al mío una hermosísima morena no se inmuta
ante mi broma, al parecer no le hace mucha gracia o no es tan lista como para
entenderla. En fin, es imposible gustarle a todo el mundo.
Mientras camino a mí
puesto uno de los chicos, que tiene un notorio tatuaje de una serpiente en el
brazo derecho alza su mano y chocamos las cinco. Cuando llego a mi silla estoy
seguro que me gustaran los días que pase en este lugar. Quizás después de la
ceremonia del primer amor siga asistiendo a clases. Aunque primero tendría que
convencer a mi padre el cual es algo estricto en todo lo relacionado con su
cargo dentro del clan. Y una de las reglas que más poder tiene es no entablar
amistad con nadie de a fuera. Esta es la primera vez que tengo contacto directo
con gente extraña y solo es porque de otra manera no podría cumplir con los
requisitos del ritual.
Cuando toda la clase
termina de presentarse estoy seguro que el trabajo de encontrar a la mujer
adecuada será una tarea más duro de lo que suponía. De las 17 mujeres que hay
en clase me encantan por lo menos 7. La sonrisa de la pelirroja le lleva la
delantera a todas, pero las otras no se quedan atrás.
Al parecer tengo mucha preferencia por las
rubias, porque cuatro de ellas tienen el cabello dorado, una es castaña Y la
morena del rincón que nunca sonríe. Por cierto la hermosa morena se llama Elly
como la bruja de Blair.
un premio sorpresa. Aunque no tengo afán, allí aprovecharé
y me pondré manos a la obra.
Cuando se presentaba y
se lo hice notar me miró con una prepotencia que me es familiar. De hecho su
forma de caminar como si el resto de las cosas no existieran, su manera de
observar a las personas como si se trataran de sirvientes, sumados a esa apatía
ante la risa, me recuerda a las brujas que son entrenadas para heredar el
Cetro, como mi hermana mayor. Si no fuera por su piel oscura juraría que ella
es una de ese tipo.
Y ahora
las cosas se ponen más buenas. Porque junto a mi pelirroja, el compañero del
tatuaje que se llama Jorge, y a una dulce pero no candidata rubia que se llama
Anastasia; iremos a recorrer el campus universitario en búsqueda de unas pistas
que nos harán ganar un premio sorpresa. Aunque no tengo afán, allí aprovecharé
y me pondré manos a la obra.
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